La venganza del asesino par by Reyes Calderón Cuadrado

La venganza del asesino par by Reyes Calderón Cuadrado

autor:Reyes Calderón Cuadrado [Calderón Cuadrado, Reyes]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-31T16:00:00+00:00


SEGUNDA PARTE

JAIME GARACHE

1

Ronca. No sabría decir cuánto. Ni cómo. Parece que, al dormirse, la poseyera un demonio vengativo de voz cavernosa. O un animal prehistórico, cuyos rugidos taladrasen tus oídos hasta alcanzar el cerebro. Es un sonido insoportable. Hasta Lola despierta a Lola. Levantaría a un muerto de la tumba.

A veces se detiene y, durante unos instantes, parece sumirse en el silencio. Se diría que es el preludio de buenas noticias, pero no es más que un compás de espera. El segundo acto comienza; con más fuerza si cabe. Parece mentira que una garganta tan femenina pueda emitir tal estruendo. Ése es el motivo, y no otro, por el que dormimos en habitaciones separadas. Con esa música junto a la almohada terminas por perder irremisiblemente los nervios. Ni siquiera con tapones podía soportarlo.

Sin embargo, aquella noche sus ronquidos no me molestaron. Naturalmente, no logré dormir. Hice unas pelotillas con papel higiénico y agua, y me sellé lo mejor que pude los oídos. Luego, me senté a observarla. Su cara quedaba parcialmente iluminada por un rayo de la luna que lograba filtrarse por la contraventana.

¡Cómo la había echado de menos!

Todo. Hasta sus ronquidos. ¡Jamás pensé que diría algo así!

No soy un voyeur. Hay tipos a los que les divierte contemplar la vida íntima de la gente, especialmente de las mujeres. Se sienten malévolamente fascinados al saberse testigos invisibles de gestos privados. Presenciar sus miradas, sus cuerpos contoneándose ante el espejo, ora vestidos, ora desnudos, les produce una secreta satisfacción. A mí sólo me interesa contemplar a Lola cuando duerme entre un batiburrillo de mantas y sábanas. No hay nada memorable o extraño en ello; nada erótico.

Cuando ella duerme y arrimo una silla hasta la vera de su cama para verla mejor, siento que el tiempo se detiene. Parsimoniosamente, paso revista al día o a la semana. A lo que ha ocurrido y a lo que quedó en el tintero, y, sobre todo, a lo que nunca debió pasar. Pienso con ella, pero sin ella. Porque dormida no habla. Y es que Lola habla. No tanto como ronca, afortunadamente, pero sí mucho más que yo. De su boca llueven palabras, una tras otra, pasando de conversación en conversación, de pensamiento en pensamiento, sin orden ni concierto. Tantas palabras terminan por abrumarme. Cuando duerme, sin embargo, su rostro me da buenos consejos, porque al mirarla sé qué me diría si pudiera hablar.

Además, se acuesta temprano. Como decía, soy animal nocturno. Me gusta la noche. El silencio de la noche. Y la paz. La oscuridad me permite ver las cosas más claras. El amanecer siempre tiene lugar cuando la noche está más negra. Por eso, cuando gracias a los tapones consigo superar las ganas de agarrarla por el pescuezo y obligarla a dejar de roncar, me pongo a repasar mi vida. Me vuelvo extrañamente lúcido, como un vampiro… Y me doy cuenta de que mi existencia es mucho más magra de lo que a simple vista parece. Dos oles y una faena de aliño. Eso es lo que soy.



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